Para el alumnado de Sexto "B"

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martes, 3 de marzo de 2009

Un mundo de libros


Nuestra clase participa en el primer concurso de relato corto convocado por el Centro de Profesores de Córdoba.
A partir de ahora publicaremos en esta entrada las composiciones que vayan haciendo los alumnos y alumnas de Sexto B. No se identificarán los nombres de las autoras y autores hasta que el concurso no termine. Cuando estén publicados los relatos de todos los alumnos y alumnas de la clase podéis votar el que más os guste.


Andrea y los libros
Andrea era una niña a la que no le gustaba leer. Un buen día vio paseando un enorme edificio en ruinas, con grandes ventanales. Se asomó y vio muchas estanterías llenas de libros de aventuras e historias. A Andrea le llamó la curiosidad y se adentró en el edificio. Ella exclamó muy bajito: "¡es un mundo de libros!", y empezó a coger libros para leer. Desde ese día Andrea salía del colegio y deseaba llegar al edificio para coger más libros y adentrarse en historias y aventuras que a ella le encantaban. Incluso en algunas ella pensaba ser la protagonista.
Pasaron los años, y esa niña llamada
Andrea se hizo mayor y se convirtió en una famosa escritora de cuentos infantiles. Con los dineros que en esos años ganó compró ese edificio que de pequeña tanto le llamó la atención y le ayudó a aprender a valorar la lectura. Arregló el edificio y fue abierto como biblioteca pública. Allí todos los niños de la ciudad iban a leer y aprender aventuras e historias. A la biblioteca le puso de nombre "Un mundo de libros".

El libro Pepito
Era una vez un libro mágico que se llamaba Pepito. Tenía su familia y todos los veranos iba con ella de vacaciones. Su padre se llamaba José, Pepe para los amigos; y su madre Josefa, Pepi para las amigas. Un verano, Pepito y su familia se fueron desde Madrid, donde viven, hasta Málaga.
Pepito tenía muchas ganas de llegar a la playa, pero el pobre tenía un problema: que no se podía bañar porque se le mojaban las hojas y nunca más lo podrían leer nadie. Él estaba muy preocupado y no sabía si bañarse o no. Su padre le dijo: "Venga Pepito, vente a nadar". Pero él se inventó una excusa y le contestó: "¡No sé nadar!". Su padre le contestó: "Yo te cogeré, no te pasará nada".
Al fin Pepito le contó a su padre la verdad y le dijo: "Papá, no me puedo bañar...¡Porque mis hojas se van a mojar!" Entonces sus padres lo entendieron todo y le dijeron:"Bueno Pepito, como no te puedes bañar vámonos a un chiringuito". Y Pepito, muy emocionado contestó: "¡Muy bien!" A él le encantaba ir a los chiringuitos porque sus amigos le habían dicho que allí ponían unas sardinas riquísimas y a él le gustaban mucho.
Llegaron a chiringuito y sus padres le preguntaron qué quería tomar. A Pepito le daba vergüenza pedir sardinas, porque no sabía quitarles la raspa. Su padre le dijo: "Pepito, aquí hay sardinas asadas, de esas que tanto te gustan". Pepito vio el cielo abierto ante la oferta de su padre y respondió: "Vale, quiero una o dos, pero me las tienes que apañar y quitarles la raspa". "Sí, yo se la quitaré", dijo su padre. Y es que Pepito no quería darle trabajo a su madre, porque estaban de vacaciones y ella era la que hacía todo el trabajo en casa.
Terminaron de comer y fueron a casa de su tío a pasar allí la tarde; querían acostarse temprano porque tenían que regresar a casa ya que su padre tenía que volver al trabajo. Pepito estaba muy triste porque aquel sitio le había gustado mucho y no quería regresar tan pronto. Por otro lado, se acordaba de sus amigos y compañeros. Eso le animó a volver a casa. Pepito se despidió de su familia de Málaga y dijo:"¡Hasta la próxima!".

El libro deseado
Érase una vez un niño que deseaba realmente un libro. Era la Noche de Reyes y él estaba seguro de que le iban a traer ese libro que tanto deseaba. Hasta pensaba que se lo iba a leer de un tirón al día siguiente. Y para agradecérselo a los Reyes Magos dejó preparadas bastantes cosas: dos barreños de agua para cada camello, tres vasos de leche, uno para cada rey; cuatro bombones para cada uno y cinco cojines en el sofá para que se encontraran a gusto en su casa. A pesar de lo que le comentaba su madre de que no podrían tomarse todo eso, él no hizo caso y... A la mañana siguiente él se encontró en el salón una carta en la que los Reyes Magos le agradecían su esfuerzo para que se encontraran bien, pero que no habían tenido tiempo para probar sus bombones, ni sus tres vasos de leche; y , además, sus camellos no tenían mucha sed, y menos para tomarse ¡dos barreños de agua cada uno! El niño, entristecido, miró a su madre. La madre le dijo: -Cariño, no importa que no hayan tomado nada. ¡Ahora, mira los regalos! Al cabo de un minuto se escuchó el triste llanto del niño. -¡Mamá, mamá. No me han traído el libro que quería, sólo unos patines! -Hijo, prueba los patines y luego te acompañaré a la librería a comprar ese libro. ¡Y llevaras tus patines puestos! -Está bien,me visto en un periquete. El niño se vistió y madre e hijo salieron para la librería. En cuanto volvieron a casa el niño empezó a leer aquel libro que tanto deseaba, ¡el primer libro de su biblioteca! Descubrió que contenía aventuras divertidísimas. Página a páginas vivió mil historias diferentes: fue un pirata, un príncipe, un niño muy pobre, un hombre muy rico... Así, año a año a lo largo de su infancia, el niño fue feliz con sus libros. Y lo era porque fue formando una estupenda biblioteca que le permitió hacer maravillosos viajes a través de todo el mundo. Conocer personas y lugares inimaginables. Y lo mejor era que podía iniciar el viaje siempre que quisiera. Sólo tenía que elegir y abrir a alguno de sus innumerables amigos: los libros

La niña a la que no le gustaba leer
Érase una vez una niña que nunca había cogido un libro para leer porque decía que no le gustaba leer ni estudiar.
Un día su ma
má le dijo que fuese a la biblioteca y cogiera un libro que fuera bonito, que ella le ayudaría a leerlo.
Todas las tardes su mamá la obligaba a leer junto a ella, así que cada semana la niña iba a la biblioteca y se traía un libro nuevo. Poco a poco empezó a leer ella sola todas las tardes, primero; y
después también por las noches. Pues una vez que empezó a leer, le gustó.
A sus amigos les pasaba lo mismo, nunca leían, pero ella los animó a leer. Todos jun
tos se iban todas las tardes a la biblioteca a leer. Cuando llegaba su cumpleaños o los Reyes siempre pedían de regalo, la niña y sus amigos, un libro que fuera bonito.
Al mes la niña se puso enferma y la tuvieron que operar. Toda su familia y sus amigos le regalaban libros. Así que cuando pasó un tiempo tenía ya una estupenda biblioteca.
Ella, siempre que tenía que hacer un regalo a sus amigos también regalaba libros, porque ese era el regalo que más le gustaba recibir. Por las tardes, sus amigas y amigos llegaban a por ella para ir a jugar y nunca se quería ir, porque en cuanto terminaba sus deberes se ponía a leer.

Tanto le gustaban los libros y tan bien se lo pasaba leyendo que todo el tiempo que tenía libre lo quería dedicar a leer.
Poco a poco,
gracias a los libros, fue descubriendo el mundo que le rodeaba. Gracias a los libros, además de divertirse, iba mejor en la escuela, lo que hacía muy felices a sus padres y también a ella.

El niño perdido
Era un país donde todo era mágico y fantástico, lleno de aventuras y en el que reinaban los libros. Los pájaros con sus cantos eran libros abiertos que no se cansaban de volar. La luna y el sol eran libros que lo iluminaban todo. Los animales eran libros que estaban llenos de vida y repartidos por todo el bosque. Era un país encantado.Cierto día llegó hasta allí un niño que se había perdido por el bosque. Cuando despertó no podía creer lo que estaba viendo. Era todo tan bonito, lleno de libros.
Le preguntó a un libro que dónde estaba, éste le dijo que en el país de los libros y que todo el que entrara allí se llenaría de sabiduría y felicidad. El niño pasó la noche en el bosque y fue fantástico. Los libros le contaron aventuras sorprendentes hasta que se quedó dormido. A la mañana sigui
ente lo acompañaron unos libros pájaro a ver todo el bosque. El niño no salía de su asombro al ver todas las maravillas que allí había.
Después de unos días el niño quería volver con sus padres porque los echaba de menos. Entonces, todos los libros se reunieron y pensaron cómo ayudarle. Entre todos hicieron un libro para el niño en el que se explicaba cómo podía volver a su casa. También les escribieron historias divertidas que incluyeron en el libro, para que nunca se olvidara del mundo de los libros. El niño
cogió el libro y les dio las gracias por todo lo que le habían ayudado. Desde ese momento el niño nunca se olvidó de los libros y leía todos los días un poquito. Así de mayor fue un hombre culto y además una buena persona; porque leer es muy importante tanto para saber como para tener una buena educación.

El rey Libro
Érase una vez una aldea muy feliz. Tenían un rey maravilloso. Era un rey libro, de apellidaba el libro Rumbo Sur.
Unos decían que era bueno y otros que era malo, pero según la historia que cuentan sobre él era bueno. Decían que era bueno, que daba limosna a los pobres y que hizo casas a los que las necesitaban.
Un día, el rey ya no daba dinero, ni ayudaba a los necesitados y los aldeanos gritaban:
- Rumbo Sur es malvado-
Y así varias veces.
Cuando el rey oyó eso que iban diciendo de él, no tardó en mandar guardias a detener a los que eso decían.
Al día siguiente se puso enfermo y los médicos vieron que ese mal fue por unos bichicos que tenía en sus hojas
arrugadas. Los médicos lo operaron y le sacaron los bichillos de dentro.
Al despertarse vio que estaba mejor, sus hojas no estaban tan arrugadas y ese día soltó a los presos, dio dinero a los pobres y ayuda a los necesitados.
Resulta que un
a bruja fea y malvada era la que la había puesto esos bichillos en su hojas. Cuando esta bruja se enteró de que el rey había sanado se pilló un gran berrinche, porque ella ésperaba que muriese para así poder ocupar su trono.
El rey Rumbo Sur se enteró de las artimañas de la bruja y mandó tropas para castigarla y acabar con sus peligros hechizos. No pudieron acabar con ella. El rey pensó y pensó hasta que dijo...
- Ya lo tengo -dijo alegre.
-¿Qué, majestad? ¿Qué es lo que tiene, una mosca? -preguntó el guardia.
- No, bobo -dijo el rey- lo que tenemos que hacer es buscar a un hechicero más bueno y poderoso que la bruja.
- Sí, buena idea majestad, pero el hechicero traerá la mosca que usted ha cogido.
- Calla, tonto, ¿de
qué mosca hablas?
El rey buscó al hechicero y mandaron una carta a la bruja diciendo que era un hermano suyo que estaba desaparecido desde hacía mucho y que quería verla.

Al día siguiente, la bruja se encontraba donde la habían citado. Entonces, el mago con su varita mágica lanzó un hechizo y la atrapó. El rey la metió en los calabozos y el soldado cantaba:
-¡Le, le, le, le, le, leeeee; hemos pillado a la mosca, bieeénnn!

El Vampiro Copiro
Érase un vampiro que se llamaba Copiro al que le quedaban tres días para ser su cumpleaños.
Cuando le quedaban dos días vio un libro que era mágico y le gustó mucho. Ese día le dijo a sus padres que le gustaba mucho. Pero era muy caro, sus padres no querían comprárselo. A su abuelo también se lo dijo, pero el abuelo tampoco quería regalárselo. Se lo dijo a su abuela y tampoco quería regalárselo.
Fue con dos amigos a verlo y a sus amigos también les gustó mucho. Los amigos también se lo dijeron a sus padres y abuelos; pero éstos dijeron lo mismo que los abuelos y padres de Copiro.

Cuando faltaba un día para su cumpleaños estaba muy triste, y a sus amigos le
ocurría igual.
Aquella noche, en la habitación de cada niño, se les apareció un hada muy bonita y ocurrió un milagro: bajar
on el precio del libro.
A la mañana siguiente sus padres tenían un regalo en la mano.
-¡Es el libro! -gritó Copiro entusiasmado al abrir el paquete y ver lo que contenía.
Después, Copiro y sus amigos fueron a un parque a leerlo, pero vieron una sorpresa: el libro hablaba.
Desde entonces ese libro fue un amigo más, que pasó a formar parte de su pandilla, que les enseñó muchas cosas. Además, desde entonces ese libro fue quien divertía y entretenía al grupo.

Pedro, el niño impaciente
Érase una vez un niño que se llamaba Pedro. Tenía nueve años, era bajo, delgado y le encantaba leer.
Un día pasó por una librería y vio un libro que le llamó mucho la atención. Se acercó mucho para ver cóm
o se titulaba, el libro se llamaba Anaconda. Le llamó mucho la atención ese título, porque le gustaban mucho los animales.
Fue a su casa para coger el dinero que tenía ahorrado para comprarlo, pero no tenía suficiente.

Entonces se buscó trabajo de repartidor de periódicos. Cuando pasaron dos mes
es ya tuvo suficiente dinero.
Al día siguiente fue a la librería para comprarse el libro. Cuando le preguntó a la dependienta si tenía el libro Anaconda la mujer le dijo que ese mismo día se había agotado. Pedro le pregunto cuándo vendría. La dependienta le dijo que no se lo traerían hasta dentro de dos meses.

El niño se decepcionó mucho porque había esperado y trabajado mucho para reunir el dinero y ahora no t
enía el libro que tanto le ilusionaba. Llegó a casa triste y casi llorando. Sólo pensaba en el tiempo que faltaba para que llegase el día en que pudiese leer ese libro.
Cuando pasaron los dos meses el niño, muy contento e ilusionado, fue a la librería y le preguntó a la dependienta se ya había venido el libro. Ella le dijo que sí. Pedro se fue a su casa muy contento
con su nuevo y flamante libro bajo el brazo. Libro titulado Anaconda.
Nunca se cansaba de leerlo. Terminó por perder la cuenta de las veces que lo releyó.

Amor a la lectura
Había una vez un niño llamado Rafa. Al niño no le gustaba nada leer porque se creía que era un "perigallo" y que no servía para nada. El niño vivía en un pueblo pequeño de la Sierra. No tenía oportunidad de asistir a unos cursos donde le animaran a leer.
Los padres no
hacían nada más que darle vueltas al asunto y decidieron apuntarlo en la ciudad a unos cursos de animación a la lectura. El niño se trasladaba todos los días a la ciudad desde las 16:00 a las 18:00 horas.
El niño n
o estaba contento con asistir a esas clases. El primer día, tras las clases, se tenía que ir hasta la casa de su tía que vivía en la ciudad para esperar a su padre que iría a recogerlo.
El niño cruzó la avenida muy rápido y no lo hizo por el semáforo. Venía un coche muy rápido que no pudo evitar el atropello de Rafa. El conductor no paró y se dio a la fuga. El muchacho quedó tendido en el suelo y rápidamente la gente acudió en su ayuda. Una mujer llamada Pepi llamó a la ambulancia. La ambulancia estaba allí en ocho minutos y se llevó a Rafa. Lo ingresaron en el hospital y desde allí llamaron a sus padres. Su madre se puso muy nerviosa al saber el motivo de la llamada. Cuando llegaron sus padres al hospital el médico les dijo que su hijo había sufrido una hemorragia cerebral, y que sería difícil de curar ya que permanecía en coma desde el ingreso.
Al cabo de tres semanas el niño despertó y dijo:

-Ya he venido de las clases.
-Sí -respondió la madre con cara de alegría.
La madré le dio un abrazo como si se hubiese perdido hacía mucho tiempo y por fin hubiera sido encontrado.
-Mamá, quiero leer un libro -dijo entonces el niño.
La mamá, muy
extrañada le respondió:
-¿Que quiere
s leer? ¡Si a ti no te gusta leer!
Su madre fue corriendo a la librería más próxima y le compró un libro. Inmediatamente estaba de vuelta en la habitación con el libro en la mano. El niño lo empezó a leer con un gran interés y en una hora y media ya se lo había leído completo, ante el asombro de su madre que observaba sorprendida que en todo ese tiempo Rafa no había levantado la cabeza del libro.

Su madre le trajo más libros. El niño los leía poco a poco, cada vez más tranquilamente pero sin pausa.
Al cabo de una semana le dieron a Rafa el alta.

Habían pasado tres años, Rafa ya tenía catorce y le encantaba la lectura. Llevaba ya un tiempo dándole vueltas a una idea hasta que decidió hablar con su padre.
-Papá, tú que ti
enes una furgoneta, ¿estarías dispuesto a llevarme por todos los pueblos para ofrecer mis libros a los niños y niñas que quieran leerlos? He pensado que, como tengo muchísimos libros en casa que ya he leído, podría, los sábados por la mañana que yo no tengo clase y tú descansas del trabajo, ir cada semana a los pueblos vecinos a prestar mis libros a los niños y niñas. Se llevarían un libro y devolverían el que ya habían leído.
-Hijo, yo hago todo lo que tu me digas si es para que los niños y niñas se a
nimen a leer -le contestó el padre.
Y así semana tras semana padre e hijo salían a repartir libros para los niños y las niñas por los pequeños pueblos vecinos. Al cabo de un año y medio la fama de esta pequeña hazaña era conocida en toda la comarca y otras personas también se animaron a compartir sus bibliotecas.
Hoy en todos esos pueblos ya no es necesario que vayan a llevarles los libros en una furgoneta. Aquellos niños que leyeron los libros que Rafa y su padre llevaban hoy
son adultos y se han preocupado de que en sus pueblos hayan bibliotecas públicas donde sus hijos encuentren todos los libros que quieran leer.

El libro de los Sueños
Érase una vez un niño llamado Manolo que tenía muchas pesadillas sobre fantasmas,animales, ladrones...
Un día el niño vio una película de mucho miedo y por la noche tuvo muchas, muchas pesadillas. Algún tiempo después fue a una librería y en ella vio un libro que se llamaba "El libro de los sueños". Valía poco dinero, pero él no tenía nada.

Le habló del libro a sus padres. Les pareció bien, porque creían que valía la pena probar si ese libro podía ayudarle a Manolo a que le desapareciesen todas las pesadillas y pudiese dormir.
Dos días después sus padres fueron a la tienda a hojear el libro. Les causó muy buena impresión y lo compraron. El autor del libro decía en la introducción que sólo bastaba con leer sus historias para que el niño que las leyese quedase vacunado frente a cualquier pesadilla que le apareciese en sueños.
Esa misma noche Manolo vio en la tele una película de anacondas con la que pasó mucho miedo y después, antes de dormir, se leyó el primer capítulo del libro. Por la noc
he tuvo un sueño fantástico.
Por la mañana se lo dijo muy contento a sus padres. Desde entonces pudo ver todo tipo de películas a la par que se leyó el libro completo más de una vez. Jamás volvió a tener pesadillas.

Ahora Manolo ya es adulto. Tiene hijos que jamás han tenido pesadillas porque, en cuanto saben leer, el primer libro que leen y el que más les gusta es "El libro de los sueños".

¿Quién soy yo?
"Por falta de un clavo se perdió una herradura, por falta de una herradura, se perdió un caballo, por falta de un caballo se perdió un caballero, por falta de un caballero se perdió una guerra, por falta de una guerra se perdió un reino y por falta de ese reino se perdieron los escritores y lectores que escribían y leían los libros".
Eso es lo que decía un joven libro cada vez que perdía una cosa. Entonces repetía
una y otra vez la misma letanía. Un día su madre le preguntó que qué le pasaba y el joven libro siempre le respondía:
-Soy un caballero y los caballeros nunca pierden nada.
Su madre terminó por aceptar las rarezas de su hijo. Y es que su hijo estaba siempre leyendo novelas de caballeros. Caballeros que siempre estaban envueltos en batallas y aventuras de las que salían victoriosos y triunfantes.
Pero su madre estaba preocupada de oír a su hijo siempre esas retahílas cada vez que se preocupaba, o perdía algo o se enfadaba y decidió llevarlo a un psicólogo. Per
o ni él ni nadie supo explicar qué le pasaba al joven libro.
Pasaron los años el hijo terminó por marcharse de casa. Años después este libro, ya adulto, vio de nuevo a su madre. Ésta decidió preguntarle porqué hacía eso de pequeño y porqué dejó después de hacerlo. Y el antes joven libro, hoy libro adulto le respondió:
-Mamá, soy un libro de aventuras donde casi todo lo que llevo escrito es sobre caballeros; por eso, cuando era joven me asaltaban siempre esas ideas que repetía sin cesar.

Luis, el lector
Luis es un niño con pelo moreno, ojos azules y alto. Luis vivía en Cádiz y era el más trabajador de la clase y al que más le gustaba la lectura. Un día su maestro le dijo que podía ir a la biblioteca a escoger un libro.
Allí cogió un libro que le gustó muchísimo. Tanto le gustó que tras leerlo una vez quiso leerlo de nuevo, por lo que fue a la biblioteca para que le dieran un segundo plazo y así p
oder leerlo otra vez.
Luis iba a su casa pensando en el libro que iba a volver a leer y pensando en ser escritor cuando, en un cruce, vino un coche y lo apropelló. Una mujer lo vio y llamó co
rriendo a la ambulancia y vino de repente.
A Luis lo llevaron al hospital. Lo reconocieron y el médico le dijo a sus padres el diagnóstico: tenía un problema de retina. Lo tenían que operar pero él no quería operarse. ¿Por qué? El tenía miedo de quedarse ciego y no poder cumplir con su vocación: ser escritor.
Al final el médico lo convenció de que operarlo era la mejor opción. Luis se operó y sanó completamente.

Siguió adelante con sus estudios y llegó a la Universidad. Cuando fue mayor vio cumplido su seño: ser escritor.
Hoy es un escritor famoso y de éxito. Miles de lectores siguen sus libros.


El libro feo
Érase una vez un libro tan feo que no tenía ni una sola letra. El niño le pidió a su madre que le comprase otro.
-Este sí, mamá, que me gusta mucho -dijo el niño.
El libro feo, que lo oyó, se puso triste.
-¿Por qué no me quieres? -le preguntó el libro.
-Porque no tienes letras, estás todo en blanco -respondió el niño- y éste tiene letras, tanto mayúsculas como minúsculas.
Pasaban y pasaban las horas y el libro feo se ponía más y más triste.
Entonces la mamá le dijo al niño:
-¿Por qué no coges el libro feo?
-Mamá, porqu
e está en blanco.
-Pero tú ábrelo -respondió la madre.
-Vale, lo abriré.
El niño subió a su cuarto, cogió el libro feo, lo abrió y... ¡Tenía letras! ¡Había dentro una bonita historia llena de ilustraciones!
El niño y el libro se pusieron muy contentos y ya no se separararon nunca más el uno del otro.

Marisol y su perro

Hola, me llamo Lorenzo y os voy a contar un cuento que leí hace una semana. Era de una niña que se llamaba Marisol. Era muy buena. Todas las noches leía unas hojas del libro que le regaló su abuela sobre los animales.
Leyendo y le
yendo Marisol se enteraba mejor de las historias que leía.
Un día Marisol se había encontrado un perro y lo llamó Draco. Lo cuidó mucho tal y como le decía el libro de su abuela, lo duchó para que no oliese mal y llamó por teléfono a su amiga Ramona para contárselo. Ella le dijo a Marisol que era una buena idea lo que había hecho.
Le contó que había un doctor que se llamaba no se qué, que era muy malo. No quería a los animales. Ramona le dijo a Marisol que el doctor no se qué podía matar a su perro.
Marisol siempre cuidó a Draco y lo llevó a pasear por el parque con la correa, para que no se escapara el perro y el doctor nunca se lo pudiese quitar y mat
arlo. El perro fue el mejor amigo de Marisol y siempre estuvo a su lado.


Obsesionado con Don Quijote

Era una vez un niño llamado Andrés. Tenía nueve años y era moreno, alto y delgado. Tenía los ojos azules como el cielo y la boca grande como un buzón de correos. Era simpático, gracioso y le costaba mucho leer. Siempre iba vestido con chandal, deportes y una gorra de color azul oscuro, porque no le gustaba el color claro.

Vivía en un pueblo muy alejado de la ciudad y estaba poco habitado. el nombre de este pueblo es Arenas de Cabrales. Estaba en plena sierra y, como era tan pequeño, no tenía ni biblioteca.

Había oído hablar de un libro llamadoDon Quijote, pero no había podido conseguirlo en su pequeño pueblo. En la escuela le habían leído algunos pasajes de la novela que le habían interesado mucho. Andrés no se quitaba a Don Quijote de la cabeza.

Esa noche Andrés empezó a soñar que él iba con un caballo y salía a la búsqueda de una librería o una biblioteca para conseguir esa novela que estaba deseando leer. De escudero llevaba a su amigo Pablo. A él no le gustaba leer, por lo que iba relatando con cara de pocos amigos.

De pronto, a lo

lejos, vio una enorme biblioteca. Dirigió su caballo hacia ella, y cuando se iba acercando... ¡La biblioteca iba desapareciendo! Andrés en su caballo corría y corría desesperado, porque parecía que se le escaba esa biblioteca y después de tanto esfuerzo éste no iba a servir para nada.

Cuando, de pronto, de tanto correr, Andrés se tropezó, se dio un golpe y quedó inconsciente.

Entonces, Andrés, despertó del sueño. Se había caído de la cama, y al caer se había dado un fuerte golpe en la cabeza con la mesilla de noche. Al ruido de la caída había acudido su madre, que trataba de ayudarlo con cara preocupada. Andrés recordaba aún su aventura. Mañana mismo tenía que conseguir ese libro como fuese.


Juan el travieso

Érase una vez un niño llamado Juan que era muy travieso.

Una vez Juan quería un libro pero la paga no le llegaba. Entonces le pidió a su madre, pero su madre no le hacía caso.

Juan le insistía, pero ella decía que no, que era muy caro y que tenía muchos en casa.

Juan se enamoró del libro. No hablaba nada más que de él. Sua amigos estaban hartos de oírlo hablar siempre de lo mismo y un día le dijeron que lo robara de la librería.

Juan siempre decía que no, pero sus amigos le insistían.

Hasta que un día lo robó, sin que la dependienta se diera cuenta. Pero dos días después la dependienta lo descubrió viendo los vídeos.

La dependienta, que lo conocía, llamó a Juan y le preguntó porqué lo había hecho.

-Porque unos amigos me insistieron -respondió Juan- y es que yo tenía muchas ganas de leerlo.

-Juan, no deberías haberlo robado -le dijo la dependienta- para eso me lo hubieras dicho y te lo habría dejado. Pero, pensándolo mejor, te lo voy a regalar.

-Gracias, Gloria- respondió Juan emocionado.

Y se fue corriendo a casa a seguir leyendo su libro. ¡Estaba muy emocionante!


  • A partir de ahora podéis votar en la encuesta de la derecha qué relato os ha gustado más.





1 comentario:

  1. Saludos para todos los niños y niñas de 6º. Queremos daros las gracias por vuestra participación en el Concurso de relatos. Además por lo que vemos habéis escrito muchos y son todos magníficos y están muy bien escritos. Nos alegraríamos mucho de que alguien de vuestra clase ganara algún premio.
    Os animamos a seguir escribiendo.
    Pilar Torres y Ana Molero

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